viernes, 20 de mayo de 2011

Spanish Revolution


     Los treinta y seis días que llevo sin escribir,  evidencian la sequía de ideas que asola mi pobre cerebro.  No es que haya hecho nunca gala de una gran fertilidad,  pero últimamente empieza a tener un aspecto peligrosamente parecido a la superficie de la Luna y me estoy empezando a acojonar.
     Las excusas muchas,  pero todas son eso,  excusas.  Porque no,  no me falta tiempo,  ni es que no encuentre temas de los que hablar,  ni que no me pase nada que valga la pena contar.  Me pasa lo mismo que hace seis meses,  tengo el mismo tiempo (por desgracia) y los temas se encuentran si se quiere.  La razón real es que el título de mi blog es el perfecto reflejo de mi estado de ánimo actual.
    ¡Ojo! No me estoy lamentando.  No me gusta ir llorando por los rincones y además,  sería absurdo.  Mis problemas no son diferentes que los de mucha gente que se encuentra en una situación similar,  e incluso peor,  que la mía.   Afortunadamente,  yo tengo una familia con la que contar, que es mucho más de lo que pueden decir la mayoría de inmigrantes que viven en este país y se encuentran completamente solos.
     Pero sí es cierto,  que todo esto que está pasando y no me refiero a la crisis en sí,  sino al tiempo que está durando (y lo que nos queda),  va minando el ánimo del más optimista (y puedo prometer que lo era) y te deja como un auténtico trapo y en estado cuasi vegetativo.
     Llega un momento,  en el que las posibilidades de encontrar un trabajo,  ya de por sí ínfimas,  son minadas por la propia actitud,  cada vez más débil, triste y arrugada.  Los señores empresarios no quieren a gente sin alegría para trabajar.  Quieren que vayas con buena cara (ya se encargarán ellos de quitártela)  y no se dan cuenta de que,  posiblemente,  la buena cara sea algo que venga en el mismo pack que un contrato,  algo que algunos no hemos visto desde hace ya un par de años,  al menos.
     Ya no pongo la televisión.  No hay nada que me anime a verla.  Pero es que últimamente tampoco pongo la radio.  No sé si es cosa mía,  pero en los últimos tiempos todo son malas noticias.  Sólo se habla de guerras,  pobreza,  paro,  desastres naturales,  violencia de género... y francamente,  ya me deprimo yo sola,  gracias.
     Y pasa el tiempo y la cosa no mejora.  Y nos dicen que además no va a mejorar,  al menos en un período de tiempo corto.  Y la situación personal,  lejos de mejorar,  empeora.  Y no se ve la luz por ningún lado.  En este país de malos políticos y peores mandatarios,  en el que el honor y la vergüenza se compran con un cargo político de cualquier relevancia. Los ideales de los que un día se hizo gala, se llenan de polvo junto a las viejas fotografías de irreconocibles candidatos a políticos.
    Ya no importan los colores,  todos se mezclan para conseguir,  no el esperado blanco que se supondría de la unión de todos los colores,  sino un inconfundible color mierda que adorna cualquier acto o medio en el que aparecen estos politiquillos de tres al cuarto que tenemos y que van dejando tras de sí, un olor que no desmerece en absoluto al color antes mencionado.
     En el mes de enero ya hice intención de quejarme sobre la situación política y social en la que nos encontramos (recibiendo alguna queja familiar por faltar al tono habitualmente frívolo del blog),   y me quejaba de la poca actividad social a la hora de intentar solucionar algo   (los post a los que me refieron son:  Ufff..., que pokitas ganas de ná: "Sálvame"...político y Ufff..., que pokitas ganas de ná: Nuestros "pobres" diputados).  Y vive Dios  (nunca mejor dicho),  que si fuera creyente pensaría que se han escuchado mis ruegos desde las alturas y se ha producido un milagro,  porque algo parece haber despertado en esta sociedad nuestra tan fan de la siesta y,  desperezándose poco a poco al principio,  pero cada vez más espabilada,  se va descolgando de las literas a tierra firme,  para empezar a pelear por lo que se ganó no hace tanto tiempo y que,  la comodidad y la desidia nos han hecho ir perdiendo paulatinamente.  Nuestros derechos.
     Y con derechos no me refiero a tener grandes lujos y vivir en aquel llamado "estado del bienestar" en el que se nos decía que vivíamos,  libre de preocupaciones y lleno lujos fuera de nuestras posibilidades reales. Porque el mayor problema que hemos tenido,  es que se nos ha hecho creer que podíamos permitirnos mucho más de lo que era real.  Concediéndonos créditos e hipotecas con alegría,  sin explicarnos la letra pequeña en la que dice que,  en época de bonanza todo se ve fácil de pagar pero,  ¡ay! cuando llegan las vacas flacas,  que llegan,  siempre. Porque lo que los economistas nos dicen,  "ahora",  es que esto va por ciclos,  que después de una época buena siempre hay una crisis.  Y claro,  nuestra última época fue muy buena y la crisis que ha llegado a compensarla,  ha barrido con los trabajos,  ahorros y la alegría de muchos españoles.  Porque ya  no se trata de lo que hemos perdido materialmente,  se trata de la nube de felicidad y tranquilidad en la que vivíamos y que se nos ha arrebatado,  como quien en broma retira una silla a alguien que se va a sentar,  para que se caiga.  Porque los que no viven en sus propias carnes una mala situación,  casi siempre tienen a alguien cercano que sí la tiene  y  esto le hacer perder  la sonrisa.
     Por eso esta ola de energía,  buen rollo,  unidad y esperanza se recibe como la luz del sol al final del Eurotunel del Canal de la Mancha,  como el silencio después de un cumpleaños infantil,  como una clara fresquita después de recorrer un mercadillo a pleno sol.  Es el momento de disfrutar y dar las gracias.  Gracias a los inventores de Facebook y Twitter,  ¡que tíos más majos!.  Si llegan a saber los políticos las que íbais a liar con esto,  hace mucho que estaríais en Guantánamo o algún sitio similar y no habríamos oído hablar de vosotros nunca.  Pero afortunadamente,  les debísteis pillar despistaos,  o los muy pardillos no imaginarían ni en la peor de sus pesadillas que algo pudiera movilizar así a las sociedades.  La cuestión es que afortunadamente la difusion continúa, el movimiento no para y esto ya es incontenible.  ¡¡¡Y me encanta!!!





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