martes, 25 de enero de 2011

"Sálvame"...político

    Hoy, el señor ( por llamarle algo ) Silvio Berlusconi está una vez más en boca de todos por haber hecho otra de las suyas. 
    Por lo visto, ayer estaba viendo un programa en una de las pocas cadenas televisivas que se encuentran fuera de su radio de control, donde se hablaba del tema del caso Ruby, en el que al parecer se le acusa de que presuntamente podría haber inducido a la prostitución a una menor. Esto está aún por demostrar, pero de todas formas sería una de los muchos temas de este tipo en los que se ve envuelto este dechado de virtudes.    Por lo visto, al señorito no le debió sentar bien lo que allí se comentaba y ni corto ni perezoso, entró en antena vía telefónica, para insultar y despotricar en general contra todo bicho viviente que anduviese por allí.
    Quiero creer, que el hecho de que el tipo este siga en el gobierno, tiene bastante que ver con que sea propietario o maneje, más o menos el ochenta por ciento de los medios de comunicación de su país. Porque la alternativa tiene que ver con el coeficiente y la salud mental de un alto porcentaje de italianos y no me gustaría que fuera este el caso.
    Todo este asunto me ha hecho preguntarme, como sería si en nuestro país los  políticos dirimieran sus asuntos a través de los teléfonos o mejor, directamente desde los  platós de los programas de televisión y la verdad, la imagen de una encarnizada lucha dialéctica entre Esperanza Aguirre y Belén Esteban, me ha puesto los pelos de punta.
    Intento imaginar a Leire Pajín discutiendo sobre la igualdad de la mujer con Salvador Sostres, pero no consigo  visualizar esta escena en ningún otro sitio que no sea un cuadrilátero, pertrechados ambos los dos con calzón corto, pudiendo ser el árbitro el señor Jaime Peñafiel, a ver si de casualidad le caen también un par de ******.
     Puedo ver a la Patiño con la vena a punto de reventar, apabullando a grito pelado a Gaspar Llamazares, anonadado por el hecho de que, tampoco aquí, pueda tener voz ni voto. O un debate en la cumbre entre las señoras Rosa Díez y Carmen Lomana, sobre si es más necesario tener un buen fondo de pensiones o un buen fondo de armario.
      Y mientras comen a dos carrillos, las delicatessen traídas por ese público capaz de tragarse un plato (o plató) de cucarachas, siempre y cuando las cucarachas discutan, luzcan escote y se líen unas con otras (y después lo cuenten, claro), nuestros señores políticos se dan cuenta de que tampoco hay muchas diferencias entre el plató del Sálvame (por poner uno de esos maravillosos espacios que nos ofrece la televisión) y el Congreso, excepto quizás el sueldo, ya que en ambos casos los únicos que sacan algún beneficio son ellos y los demás nos quedamos con cara de gilipollas.
     Lo que yo creo que no acabamos de entender es que, en ambos casos, la solución la tenemos nosotros. Aunque es cierto que lo de la televisión es más sencillo de arreglar, porque implica sólo el gesto de apagarla o cambiar a otro canal en el que no se emita mierda. También en el caso de los políticos está en nuestra mano parar los pies a la panda de ineptos chupopteros que se sientan en las sillas de esas cámaras que al parecer nos representan, pero que cada vez tienen menos que ver con nosotros.

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