miércoles, 1 de diciembre de 2010

Llega la Navid.....bufffff

    Ya estamos en diciembre, lo cual implica, pasta, pasta pasta y además.....pasta. Las tarjetas bancarias están resfriadas por pasarse tanto tiempo fuera de las carteras. Bueno algunas tarjetas, claro. Yo la mía no la saco, porque cada vez que asoma le entra la risa floja y ya no hay forma de hacerla callar. Es lo que tiene  esta anorexia obligada a la que la tengo sometida, que cualquier día me hace un corte de mangas y se me fuga con la tarjeta del club Carrefour.
    Diciembre, el mes festivo por antonomasia. Empezamos con el llamado puente de la Constitución (o de la Inmaculada, según donde)que, dependiendo como pille, se puede alargar (como este año) hasta cinco días. Con esto empieza la guerra contra los ahorros familiares de algunos afortunados que pueden cogerse el puente y salir por ahí. Aunque creo que cada vez hay menos osados y los que salen van como mucho a visitar familiares o a las casas del pueblo o la playa, ya pagadas y en las que sólo gastas en el viaje y luego comes en casa, porque no salen ni a tomarse una caña.
    Naturalmente, ya durante todo este mes e incluso antes, si se es previsor, vamos picoteando aquí y allá comprado regalos varios para Reyes y en los más de los casos en los últimos años, para Papá Noel. Y es que, como teníamos poco con lo nuestro, nos vamos acoplando costumbres foráneas, que ni nos van ni nos vienen, porque nosotros al señor ese gordo de dudoso gusto vistiendo, sólo le conocíamos de los anuncios de la Cocacola. Pero ahora nos lo hemos quedado, como si nos hubiera pertenecido desde siempre y cualquiera le intenta explicar a cualquier nacido a partir de los años noventa, que los nuestros son los Reyes Magos y que el barbudo explotador de duendes ese, no nos toca en nada.
    Otro motivo de picoteo (esto del picoteo es como el pan caliente, que empiezas por el piquito, y cuando te quieres dar cuenta te has zampado la barra), es la tradicional lotería de Navidad. Por alguna razón, personas que no juegan a absolutamente nada durante el resto de el año, acaban picando poco o mucho, y comprando algo de lotería. Lo más gracioso es que no es ni mucho menos el sorteo en el que más se puede ganar, pero como es una tradición todo el mundo compra. Sin embargo, aunque no sea el mejor sorteo, si es con diferencia, el más entretenido. Yo misma, cuando puedo, me lo pongo desde primera hora y estoy pendiente hasta de ver como meten las bolas en los bombos, por si se les cae alguna. Veo entrar a todos los críos y me pongo en su pellejo, pensando lo nerviosos y emocionados que deben estar. Y cuando empiezan a cantar los números y veo que el que dice los premios pone la mano sobre los alambres, no puedo evitar que me dé un vuelco el corazón y se me ponga la carne de gallina.
    Y entonces llegan los días clave. Turrones, mazapanes, polvorones, almendrados...., engordando nuestros michelines y adelgazando los monederos. Para colmo, de todas estas cosas la mitad se acabarán muriendo de aburrimiento en la bandeja de turno, porque aunque nadie se lo come, es impensable dejar de comprarlo. Esa es una guerra que tengo declarada con mi familia, sobre todo con mi hermana. En mi casa es costumbre, preparar mediasnoches o croissants pequeños, con rellenos salados varios. Yo particularmente, sólo me como los de jamón York y si por mí fuera, sólo haría de estos. Pero todos los años se preparan además con jamón serrano, lomo y .....paté. Naturalmente, todo el mundo se tira como si les fuera la vida en ello sobre los de jamón York y cuando se han acabado, empiezan a comerse los demás. Y todos, todos los años, se quedan dos o tres de paté en la bandeja. Pero claro, cuando se me ocurrió proponer la posibilidad de no hacer los de paté porque siempre sobran, mi hermana muy ofendida me dijo que a ella le gustaban los de paté y que sí se los comía siempre (que debe ser que se reproducen), a lo que yo le dije, que entonces no se comiera los míos de jamón, leche, que no me dejan ni olerlos, si me descuido, la panda de buitres estos.
    Otra guerra que tenemos todos los años, es sobre el llamado "plato fuerte". Yo me declaro totalmente en su contra y lo eliminaría de todas las cenas y comidas navideñas. En mi casa, siempre pasa igual, nos hinchamos a comer aperitivos y cuando llega lo fuerte, ya no podemos con nuestra alma y se acaba comiendo sin ganas. Eso quien se lo come, porque yo ya llevo unos años mentalizada y directamente ni lo intento, sobre todo por las noches. Y si fuera algo ligerito como un pescado o algo así, vale que vale, pero en esta familia de carnívoros está visto que es totalmente imposible, porque mis hermanos (los chicos) no aceptan nada que no provenga de un animal de cuatro patas.
     Luego el postre...., bueno, postres. Porque en mi casa lo del postre único en fiestas es casi ilegal. Y desde que tenemos arrimados, menos. Sobre todo por cierta arrimada que yo me conozco, que ya tiene  unos gustos muy definidos en cuanto a postres (vamos que los quiere absolutamente todos). Esta es otra de las cosas que, sobre todo cuando es cena, dejo para después. Porque una de las cosas que más me gusta de las navidades, son esas veladas de Trivial (o cualquier juego de mesa, digo este porque normalmente es con el que acabamos casi siempre), en las que  nos eternizamos, algunos y se duermen, algunas. Y en las que a eso de las dos y pico o tres de la mañana, siempre hay alguno que dice "voy a hacer café ¿quien quiere?" y naturalmente, todos los que no han caído ya en brazos de Morfeo queremos café y ya aprovechamos y nos zampamos los postres que no nos hemos comido antes y de paso atacamos la bandeja de los turrones.
    Por último, pero no por ello menos importante, llega el momento roscón. Ese delicioso bollo a ser posible relleno de nata, que saca lo peor de nosotros mismos, al trampear de mala manera y cortar por otro lado cuando notamos con el cuchillo la posibilidad de que nos toque el haba que obliga, según la tradición, a pagar el roscón.
     Pero claro, los aperitivos, platos más o menos fuertes, dulces, bebidas, etc, también cuestan dinero, con lo cual son más gastos a añadir a la ya superobesa cuenta y si como yo, vives lejos del centro de reunión familiar, además hay que añadir los gastos del viaje y la puesta a punto del coche (cambio de aceite, filtros...), que tienes que hacer por narices porque ya te hiciste la loca cuando te fuiste de vacaciones en verano. Vamos, que al final la cuenta queda de una robustez, que se le podrían lonchear los jamones y ponerlos también de aperitivo. Con lo cual, acaba una las fiestas pobre, gorda y con la convicción de que nadie en tu familia tiene futuro en el mundo de la canción (descubierto gracias al Singstar) y de que tu hermano (el de siempre) además de hacer trampas, se sabe las preguntas del trivial de memoria.
   Lo bueno que tiene todo esto, es que tenemos todo un año para olvidar todos los sinsabores económicos, alimentarios y lúdicos de estas fiestas. Y en cuanto pase el verano empezaremos a planear otra vez la reunión navideña, porque en el fondo, muy en el fondo, nos encantan estos saraos.

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