jueves, 2 de septiembre de 2010

Males necesarios


  Para mí, uno de los mayores "males necesarios" de este mundo, son los dentistas. Tarde o temprano, todos acabamos pasando por su sillón, el cual por cierto, es una pasada. Yo quiero uno de esos para mi casa. Te sube, te baja, te tumba, te incorpora, o sea,  todo. Tiene hasta un lavabo con grifo para beber agua (que no faltará quien piense, que casi mejor podía tener cerveza). Vamos que lo único que le falta, es un sitio para meter el libro y el portátil y una neverita, para picoteos varios.
   A lo que iba, que en función de la calidad de la dentadura de cada uno, o del cuidado que se le dé a la misma, tendremos que pasar por la consulta del dentista más, o menos a menudo.
   Luego están los casos, como el de mi pobre cuñada que, por circunstancias totalmente ajenas a ella, prácticamente, vive en la consulta. A ella si que le deberían regalar un sillón de esos, por buena clienta.
   Hoy he ido con mi hija a que le empastaran una muela.Y lo que te rondaré morena, que todavía le quedan algunas más por empastar. Porque, entre que no se cuida la boca como debería, que hay que meterle los alimentos ricos en calcio con calzador, y que además ha debido sacar una autentica birria de esmalte dental. La pobre tiene todas las papeletas para llegar a los treinta, sin que le quede ni una pieza suya.
   La consulta no es excesivamente traumática, porque el dentista que le ha tocado es muy majete. Es un chico joven, que le gasta bromas y le pone de "supercampeona" cada vez que acaba y ella se ha portado bien. Con lo cual, como tiene buen rollo con él, sólo me se queja un poco antes de ir, pero no me monta follones.
   Además, mientras le hacen la obra de albañilería, ella se dedica a escuchar todo lo que habla el dentista con la enfermera, y luego me lo larga todo en cuanto salimos.
   En realidad, quien peor lo pasa cuando vamos, soy yo. Y no, no es porque la pobre niña vaya a sufrir (sí, ya sé que soy una mala madre). Es que no puedo soportar el ruido del torno y el aspirador ese que usan. Ni tampoco la cosa esa que echa agua. Aaaaayyyyyy, me muero de la dentera que me da.
   Y así, mientras el dentista y la enfermera están de cháchara, y mi hija con la parabólica puesta, concentrada para enterarse de todo lo que hablan. Yo estoy con una cara, que parece que me estuvieran arrancando las uñas con unas tenazas de los chinos.
   Me estoy planteando, que como este mes le tienen que empastar una muela a mi hijo, más las que le quedan a su hermana. Si no será la mejor solución, que les lleve a la consulta, pero cuando haya que entrar, yo me quedo fuera, y que se acompañen entre ellos. Que el sufrimiento, cuando es compartido, se lleva mejor.

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