sábado, 13 de agosto de 2011

El portador de la chancla

    Bueno, me veo en la obligación de dar explicaciones. ¿Perro? ¿Que con qué pared de granito me he estado aporreando la cabeza para que se me ocurra adoptar un perro? Y en el peor momento, en plena mudanza familiar. Pues ya lo he dicho otras veces, porque yo lo valgo y me encanta complicarme la vida. Aunque puedo dar dos datos en mi defensa (que a base de repetírmelos, me los he acabado creyendo yo también). 
     En primer lugar, hasta hace menos de un mes, no sabía con seguridad que me fuera a mudar. ¿La idea? Estaba ahí. ¿La intención? También ¿Posibilidades? Muchas ¿Probabilidades? Bastantes..... pero, seguro, seguro, no era. 
      La otra razón es que me lo trajo mi hija (quien si no), a traición  y en esa época iba a ser muy difícil colocarle, porque además fue poco antes de irnos y no iba a haber tiempo y .................... y ......................... y ............. ¡¡vale, es mentira!!
       Es cierto que me lo trajo a traición y todo lo demás, pero en el fondo lo que pasó es que yo tenía más ganas de perro que ella. Lo que pasa es que sabía que no era el momento de tenerlo y lo estaba dejando para un momento mejor,  pero cuando lo tuve en brazos, fui incapaz de soltarlo.
       Unos días antes de acabar el colegio, me llamó al telefonillo y me dijo que bajara, lo cual era muy raro, pero insistió y bajé. Al llegar al portal vi revuelillo de niños y a mi hija en el centro, ¿qué habrá pasado? me pregunté y me acerqué a  ver. Lo primero que vi fue la cara de mi hija, esa cara de "no me mates" que me hizo temer lo peor y efectivamente, lo era. Lo peor, en sí, era una bola de pelo negro que llevaba en brazos y que temblaba cual vibrador a toda leche (que no es que yo sepa como tiembla un vibrador, que me lo han contado). 
       Eché a mi hija mi mejor mirada de asesina múltiple, al tiempo que negaba con la cabeza y le decía "ni de coña" y ella me empezó a explicar que se lo había encontrado junto a los contenedores de la basura que hay junto al colegio, que estaba al lado de la carretera llorando y temblando y que le iba a pillar un coche (bastante bien tramado, por cierto. Lo dice una experta en llevar bichos a casa e inventarle excusas a mi madre). Mientras hablaba, me colocaba en los brazos la bola de pelo, de la que inmediatamente surgió una lengua que empezó a lamerme.
     Le dije a mi hija que era imposible, que no podíamos tener perro, al tiempo que descubría que la bola tenía ojos, que me miraban muertos de miedo, mientras no paraba de temblar. Esto me hizo decidirme y dije que nos lo íbamos a subir a casa para darle algo de comer, que debía estar muerto de hambre, pero que luego nos poníamos a buscarle una familia....ese fue el fin....y en el fondo yo lo sabía. Me había conquistado con el primer lametón y me quedó claro cuando uno de los críos que estaba allí, vecino mío dijo, "se lo voy a decir a mi madre, para ver si nos lo podemos quedar, luego bajo a por él". Y en ese momento, agarré con más fuerza a la bola, al tiempo que de mi interior salía el Gollum que llevo dentro y mentalmente decía "miiii....tesssooro".
     Nos lo subimos para casa y le dimos un poco de leche, que le sentó fatal, como se demostró tras una rápida digestión. Luego me enteré por la veterinaria que no se le debe dar leche. Primera noticia que tengo de esto, de toda la vida una ha relacionado, cachorro-leche, pero no. Mientras tanto yo le seguía insistiendo a mi hija en que no había posibilidades de  quedárnoslo, porque aunque yo no estaba trabajando en ese momento, tenía esperanzas de hacerlo algún día y no sabía que horario iba a tener para ocuparme del perro.Y ella estaba en el colegio hasta las cinco y con su hermano (dado que nunca había pedido un perro) no íbamos a poder contar. Además, ¿qué íbamos a hacer con el perro cuando nos fuéramos de viaje? El perro tiene que estar aislado en el coche y en mi coche no hay donde instalarle atrás. Por otro lado estaba el tema de los gastos del veterinario, que en mi situación económica actual, no era el mejor momento para gastar en eso, cuando no me llegaba para todo lo demás. En fin, que no se podía.
     Mi hija me dijo que ya lo sabía, pero que como le iba a dejar allí tirado. Que ella iba a preguntar a sus amigas a ver si alguien se lo quería quedar y que prometía que no iba a liarla cuando lo diéramos....¡¡sí, venga ya!! No llevaba el perro ni una hora en casa, cuando ya me vino con los ojos llorosos, diciéndome que ella se iba  a encargar del perro, que pagaría de su dinero el veterinario, que, "por favor, mami".
     Cuando le hice ver, que no iba a poder pagar ella el veterinario porque era bastante caro, decidió hablar con mi padre, para ver si financiaba la operación. Pero yo le insistí en que si el perro se hacía grande, no íbamos a poder llevarlo en el coche y yo no lo iba a estar dejando a nadie para irnos de viaje, ni mucho menos iba a pagar una residencia.
      "Pero igual no se hace muy grande", me dijo. Y lo cierto era que por lo poco que yo sé de perros, no tenía pinta de ir a crecer demasiado. Así que (con gran sacrificio personal) le dije, que hablara con su abuelo de la financiación
     Así que fuimos a ver a mi padre, que ya, telefónicamente, había aceptado hacerse cargo de los gastos, para que viera en lo que había invertido y expresara su opinión. Nos confirmó que a él tampoco le parecía que fuera a ser grande, me preguntó si estaba segura de lo que estaba haciendo y nos dio su bendición (que no la pasta), para que hiciéramos lo que nos saliera de la rabadilla.
      De allí fuimos a la veterinaria, que nos dijo que tenía unos tres meses que, ciertamente, muy grande no iba a ser y que efectivamente, tal y como esperábamos, le podríamos llevar de viaje en transportín, porque iba a caber perfectamente. Le desparasitó y nos dió cita para la siguiente vacuna. Y fue allí, porque había que poner algo en la cartilla, donde decidimos como se iba a llamar. Yo le quería llamar "Sauron", el señor del mal, en el "Señor de los anillos", a lo que la veterinaria me respondió que todos los "Sauron" que conocía, eran perros enormes. Pues por eso, dije, porque me hacía gracia poner ese nombre a un perro canijo. Pero lo que me dijo también me hizo pensar y le pregunté si conocía a muchos perros con ese nombre. A bastantes, me dijo y eso hizo que me decidiera a buscar otro nombre. Y claro, ya se me había metido en la cabeza ponerle el nombre de algún personaje de la famosa saga y "Légolas", había sido el nombre de uno de los gatos de mi madre y que no era cuestión de repetirse, así que me decidí por "Frodo", que aunque no es precisamente uno de mis personajes favoritos de la historia, sí es un nombre fácil de pronunciar y sonoro, como debe ser el de un perro.
    Y aquí le tengo, repantingado encima mío, al retaquillo este, que aunque ha crecido bastante en estos casi dos meses, sigue sin superar los tres kilos, así que no creo que vaya a ser enorme, precisamente. Le estamos intentando enseñar a hacer sus necesidades en un periódico y al mismo tiempo le sacamos a la calle, para ver que hace allí. Pero este perro es rarísimo y no le gusta salir a la calle (mi madre dice que ha salido a nosotros, que somos muy caseros). Así que cada vez que sale monta un drama tremendo y sale disparado a esconderse en cuanto me ve coger la correa. Y cuando sale, normalmente no hace nada. Y eso que cuando alguna vez ha hecho algo, nos ha faltado traer una banda de música para la celebración, pero ni con esas. El jodío espera y lo hace en casa a los diez minutos de subir. Lo del periódico parece que lo va entendiendo mejor y lleva un porcentaje de acierto del 50%. No sé si directamente dar por perdido lo de la calle y dedicarme a enseñarle bien lo del periódico o ponerle un corcho y quitárselo sólo en la calle.
      Vivo buscando mis chanclas, porque las adora desde el primer día y en cuanto las ve fuera de mis pies se las lleva y las pasea por toda la casa, así que luego averigua dónde las ha soltado. De momento no llega a subirse al sofá, pero si pilla algún cojín en el suelo, ha aprendido que desde ahí, sí llega. Así que hay que tener los cojines fuera de su alcance, porque si se los ponemos a tiro los engancha con la boca y los tira al suelo. Y luego, o bien se tumba encima a dormir (porque ha decidido que todos los cojines son suyos) o los usa para subirse al sofá (esto afortunadamente, no suele hacerlo). Además no podemos elegir donde duerme, porque si le pones si cama en un sitio que no le gusta, directamente la arrastra, aunque tenga que recorrer toda la casa con ella, hasta el lugar que le apetece a él. Y cuando se queda sin agua o comida, se pone a ladrarle al comedero, hasta que alguien se da cuenta y se lo llena. Vamos, todo un espectáculo de perro. Pero, ¿que podemos esperar de él? Si ya es de la familia.
       

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