martes, 29 de marzo de 2011

Terror en el hipermercado


   Estoy preparando la lista de la compra. Esta vez va a ser compra mensual, porque he decidido que me va a compensar más, tanto económica, como física y psicológicamente, hacer una sola compra grande  y no  tener  que  estar  día  sí  y día  también  metida  en  super  e hipermercados  varios, con  el  desgaste  que  ello supone, en primer lugar  para  mi  bolsillo,  porque  cada  vez  que  voy,  pico en algo que no me es realmente imprescindible y lo que debería ser una compra de un par de cositas,  acaba conmigo acarreando al menos dos o tres bolsas llenas.
    Además del ya mencionado ataque a mi famélico bolsillo,  sufro cada vez que voy a comprar otro ataque contra mi persona que normalmente me deja agotada físicamente y mayormente más cabreada que una mona.
   Esto se debe a que en algunos centros,  para hacer la compra hay que hacer un master,  pero master del universo,   sobretodo en uno en particular que no voy a mencionar aquí,  pero que diré que su nombre denota cierta afición por la letra erre,  incomprensible teniendo en cuenta que los franceses no saben pronunciarla...  a buen entendedor...
   Como decía,  en este sitio al que últimamente voy a comprar con cierta regularidad,  se está arraigando la costumbre de poner una cartelería de publicidad semi-engañosa,  que ríete tú de la información que nos da el Gobierno de este nuestro país,  sobre la "no" guerra a la en la que nos están metiendo en Libia.
    Hasta ahora vivía sólo con el temor de no haber mirado bien el cartel del 3x2 arriesgándome a creer que iba a pagar el precio por unidad  o lo que te ahorras con la oferta,  que son las cifras que aparecen en grande en el cartel y no lo que en realidad tengo que pagar,  que aparece en pequeñito.
   Tras varios años de vivir con esta oferta hasta acostumbrarme a ella,  ya me estaba haciendo con el tema y miraba con más picardía los carteles.
    Pero hete aquí que llegaron las nuevas ofertas en la fruta y de repente veo un saco de patatas con un cartelón en el que figura con letras enormes,  "1,20€" y yo digo,  "joer que oferta más buena,  me voy a coger un saquito".   Pero al acercarme un poco,  veo algo escrito debajo en pequeño y temiéndome lo pero voy ralentizando la marcha,  no queriendo ver la realidad.  Pero ésta al final se hace patente cuando veo que al lado del precio hay un pequeño "el kilo" y debajo,  aún más pequeño si cabe,  "la malla de 3kilos a 3,60€".  Intentando contener las lágrimas de decepción,  me alejo del preciado  tubérculo,  pensando que ya llegarán tiempos mejores para hacer una tortilla española  (igual es un complot francés para que sólo podamos hacer tortilla francesa,  no se me había ocurrido).
   Creyendo haberme llevado el mayor disgusto que podía soportar en un día,  me fijo en otro cartel que hay sobre los tomates que pone 0,95€ y una esperanza se enciende en mi corazoncito.  Aquí no puede haber truco,  porque los tomates van sueltos y no hay mallas engañosas.  Así que más feliz que una lombriz,  cojo una bolsita,  la lleno de tomates,  la llevo a pesar y a la cesta.
    Al pasar por los expositores de la carne me quedo paralizada por completo al ver un cartel que pone "0,79€".  Ese importe en la sección de carnicería es algo totalmente impensable,  ni en mis mejores sueños podría imaginar algo así.  Despacio y respirando profundamente,  giro la cabeza,  vuelvo a mirar y mis ojos se abren de par en par... ¡¡¡es cierto!!!  El precio que pone es ese.  El corazón me late a toda velocidad,  las manos me tiemblan.  Tambaleándome por la emoción me acerco lentamente extendiendo la mano hacia la bandeja de los pinchos morunos y entonces siento que las fuerzas me abandonan de repente,  las rodillas me flojean y los ojos se me llenan de lágrimas.  No,  no,  no....  otra vez no.  No se puede ser tan cruel...  Haciendo frente a la cruda realidad,  miro una vez más el cartel,  esta vez de cerca y veo las pequeñas letras que aparecen al lado de la maravillosa cifra y que indican...  "el pincho".
    Totalmente desmoralizada,  decido irme a casa y dejar para otro día las compras.  Me acerco a la caja mientras  busco la tarjeta de socia para acumular en el cheque de descuento.  Como he vuelto a olvidarme la bolsa en el coche,  pido una de las que se pagan y me saco un euro del bolsillo para pagar los tomates.  Y entonces oigo la cajera decir,  "uno con setenta,  por favor".... ¿perdone?...  " uno con setenta" ...no,  no puede ser,  eran a 0,95€.  "Espere un momento que llamo para que me lo comprueben"....  La veo avisar a una de las patinadoras que se dirige hacia la sección de frutería y vuelve al cabo de unos minutos con un papelito en el que se lee "0,95€" en números grandes. Suspirando de alivio,  empiezo a esbozar una sonrisa que se me hiela en los labios cuando,   al meterme el papel delante de las narices puedo leer en letras pequeñas... "el medio kilo".
   

3 comentarios:

  1. no puedo kreerme ke haya podido publicar un komentario despues de tanto tiempo sin dejarme
    aprovecho la ocasion para saludar a todos mis fans, jejeje

    ResponderEliminar
  2. Eso debería estar prhibido y multado, y lo digo completamente en serio, vaya panda de sinvergüenzas. Menos una claro...

    ResponderEliminar