martes, 5 de abril de 2011

Falsas apariencias

    Es curioso ver como la vida nos va cambiando, tanto física como mentalmente. Y si volvemos la vista atrás, nos damos cuenta de que muchas veces no tiene nada que ver quienes éramos hace unos años con quienes somos ahora ( ni posiblemente con quienes seremos dentro de otros cuantos años ). En cuanto al aspecto físico es más fácil darse cuenta de los cambios porque existen documentos gráficos (en muchos casos, por desgracia) que nos muestran como vestíamos, nos peinábamos o maquillábamos. En cuanto a la forma de pensar o comportarnos, ya tenemos que depender de la memoria propia (en muchos casos engañosa) o a la de los allegados (en muchos casos con muy mala leche); para recordarnos aquello que pensábamos, prometíamos o negábamos que haríamos y que sólo recordamos si hemos cumplido y en caso contrario, solemos gozar de unas lagunas mentales que se pueden atravesar en trasatlántico.
    Es cierto que en ocasiones, habitualmente en algunos casos, la imagen que tenemos de nosotros mismos, poco tiene que ver con la que tiene los demás al conocernos.  Personalmente, pienso que la mayoría de nosotros  nos creamos una imagen utópica de quienes somos, incluso físicamente. Es por ello por lo que cuando nos vemos en las fotos, no nos reconocemos y por ello insistimos en decir lo mal que salimos en las fotos, cuando la realidad es que efectivamente somos así de feos. La única forma de saber si uno realmente sale mal en las fotos, es que otra persona te lo confirme, bien directamente o de una forma más sutil, sugiriendo que quizás sea preferible presentar un retrato al óleo para hacerte el DNI. Esta no es una mala idea, aunque es recomendable tener cuidado con la elección del pintor elegido para el retrato, porque te puedes llevar un disgustillo.

    Esta no autoidentificación nos ocurre también al escuchar en alguna grabación nuestra voz o nuestra forma de reír (Leticia Sabater nunca escuchaba lo que grababa, lo cual explica muchas cosas). Incluso en los vídeos y fotografías, muchas veces nos sorprendemos de los gestos que hacemos inconscientemente y que por desgracia quedan plasmados para la posteridad.

   Personalmente, me veo fatal en las fotos. Lo cual no quiere decir que en el espejo me vea guapísima, pero se ve que hay ciertos rasgos de mi fisionomía que resalto o ignoro, según mejor me venga y que en las fotos quedan patentes sin remedio.
    Todo esto es en cuanto al físico, pero también ocurre con la forma de ser o comportarnos. Muchas veces tenemos un concepto de como creemos que nos ve los demás, que no sólo no se acerca, sino que está a años luz de lo que la gente opina de nosotros.
    Habitualmente (he dicho habitualmente, porque seguro que alguno ya está diciendo que le caigo como el culo), tengo la suerte de caer bastante bien de principio. Al menos eso creo. Luego con el tiempo cada uno se va haciendo su idea y según sea en mayor o menor medida su tipo de persona, esa sensación inicial va cambiando a mejor o peor. El problema está en que como en realidad,  desconocemos totalmente las cualidades o defectos propios que hacen que caigamos mejor o peor, nos es muy difícil fomentar lo bueno y evitar lo malo, para caer bien a todos. La verdad es que tampoco creo que debamos caer bien a todo el mundo y a algunas personas es mejor tenerlas lo más lejos posible y caerles fatal para que no se arrimen.


   Lo malo es que cuando una persona no te conoce de nada y sólo te puede juzgar por tu físico. Y ahora voy al tema que quería tratar desde el principio y me ha llevado soltar la disertación sobre el ser y el parecer.
   No sé que imagen ofreceré para el resto del mundo, pero para las fuerzas de seguridad del estado, más especificamente la Guardia Civil, al parecer tengo una pinta de marujona que a mi lado la Juani de Médico de familia, parece Grace Kelly. A ver, que cualquiera que lea esto va a pensar que estoy como una cabra, que no tengo yo ningún interés en que  me detengan, pero es que cada vez que pillo un control de la Benemérita, no es ya que no me hagan parar, es que ni frenar me dejan. Y estoy cogiendo un complejo del copón. Que les he visto hacer frenar a abuelitas y a mí en cuento me visualizan el careto me dan orden de avanzar, pero además como con desprecio. Coño, que la única vez que me hicieron frenar un poco y le vi al picoleto fijarse un poco más en el coche, luego me di cuenta de que en realidad se estaba fijando en la pegatina de la ITV que me cumplía ese año y debía estar mirando el mes.
   No es que piense yo,  ni mucho menos, que soy persona como para llamar la atención, pero esto pasa de castaño oscuro, que me están creando un trauma. Me estoy planteando seriamente meterme a asesina a sueldo, porque seguro que si después de descuartizar a alguien, llevo en el asiento el hacha ensangrentada, en cuanto me vieran la cara se convencerían de que estoy preparando una paellada de conejo y me dejarían pasar.
    Y es que estos a mí no me conocen y no son conscientes de que en cualquier momento me sale el lado oscuro y empiezo a echar los bricks de leche vacíos en el contenedor del vidrio y la lío ¡¡¡que estoy muy loca!!!

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