martes, 9 de noviembre de 2010

La unicej

    Ya que me he metido en faena y he escrito en el otro blog, pues voy a dedicar unos cuantos minutitos a este, para dar cuenta de acontecimientos recientes que, aunque no sean de una importancia vital, si tienen su interés y sobre todo, y esto lo entenderéis enseguida, tienen unas posibilidades de cachondeo que, aunque no deba una mofarse de la carne de su carne. Teniendo en cuenta lo que me dan por saco, no está de más, de vez en cuando, poder pasar un buen rato a su costa. Podéis llamarme madre desnaturalizada si queréis,  pero como me han llamado cosas peores, pues la verdad me da bastante igual.
   Bueno, que sepáis que ya tengo a la niña prácticamente uniformada y eso sin tener que vender mi desmejorado cuerpo al mejor postor. Como ya dije, tenía la intención de desvalijar a abuelos varios, ya que, inocentemente, los de ambos bandos se habían ofrecido voluntariamente a contribuir a la equipación de su querida nieta. Yo, que siempre he llevado muy mal lo de pedir dinero, estoy cogiendo una maestría en estas lides que es de lo más preocupante y ayer ya había desplumado al equipo de casa y tengo apalabrado al contrario. 
   Sin embargo, oh sorpresa, resulta que al ir hoy al entrenamiento, han empezado a aparecer diferentes piezas de varias equipaciones, más o menos nuevas, que habían ido quedando allí de otros años (en los que, sí, les financiaba el ayuntamiento, o quien sea) y al final con la tontería, me ha salido la niña casi completamente equipada, a falta de los guantes. Y además, la jodía ha tenido suerte y lo lleva casi todo de estreno.
   Pero como no todo pueden ser buenas noticias con ella, al final nos hemos tenido que venir antes para casa porque, según ella, le dolía muchiiiísimo la barriga. Y no es que lo dude, pero teniendo en cuenta  que casi en cuanto ha llegado a casa y se ha tomado una manzanilla, se ha puesto a hacer el tonto con el hermano, yo estoy casi más por pensar, que lo que tenía hoy era un ataque de vaguitis aguda, agravado por una sobredosis de la gente me mira raro. Y es que sí, la miran raro. ¿Y por qué?, diréis. Y es aquí donde viene la parte en la que me convierto en una madre pésima, pero no puedo ser perfecta en todo.
    Ladies and gentlemen, ayer, mi hija se inició en el divertido y al mismo tiempo complicado mundo de la depilación. Resulta que yo tengo una maquinita, que es como una epilady pero en pequeñito, destinada a quitar esos vellos faciales que salen de vez en cuando. Vamos que es una chorrada que vi una vez que llevaba dinero en el bolsillo, y piqué como una pardilla, porque lo he usado un par de veces.
   La cuestión es que yo ayer oí sonar el motorcillo de la maquinita, pero no le presté atención, porque como mi hija está todo el día liada, enredando con algo, he aprendido a desconectar e ignorarla, para no acabar con una camisa de fuerza. El caso es que al cabo de un rato aparece la susodicha en mi cuarto tapándose la cara y me dice "mamá, me vas a matar". Como esto es algo que no dudo que acabará pasando en algún momento, pues no me extrañé lo más mínimo, pero cuando la miré y vi como se tapaba me empecé a mosquear y le dije "¿qué has hecho?", a lo que salió disparada para la cocina y yo, detrás. Y allí me la encontré, sentada en el suelo, llorando a moco tendido y con una, sí digo bien, una sola ceja. Y es que de la otra le han quedado las dos esquinitas, porque la muy animal se debió pasar la maquinilla de lleno por toda la ceja y se la ha dejado limpia.
   Naturalmente, lo primero que me dijo cuando consiguió articular palabra, fue que no pensaba ir al colegio así. "Sí, venga. Que te lo has creído", le dije. E inmediatamente, que para eso una está curtida en muchas batallas y tengo buenos reflejos, me fui corriendo al botiquín y en menos que canta un gallo, le había echado un chorro de Betadine y le puse una tirita cubriendo el agujero. "Te has caído patinando y te has hecho un raspón. No tienes mucho, pero te he obligado a ponerte la tirita para que no te rasques. ¿Está claro?". Naturalmente, ante un plan tan bien maquinado, no tuvo nada que objetar y así se ha ido esta mañana al colegio, con una tirita enorme tapándole casi el ojo, y encima más ancha que larga porque todo el mundo se interesaba por saber que le había pasado. Hay que ver. 
    Y ya lo sé, que todos hemos hecho cosas de estas cuando éramos críos, pero podía haber empezado por las piernas, que es lo que hicimos la mayoría de nosotras y no se ve, joer. 

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