martes, 12 de octubre de 2010

Sufrimientos maternos, que se llaman

    ¡¡¡Maldición!!! Hay que ver que rápido pasan los días festivos, cuando una trabaja. Ya son casi las diez de la noche, así que dentro de nada me estoy preparando para meterme en el sobre, que mañana hay que madrugar.    La verdad, es que tampoco tendría que levantarme tan pronto (a las seis y media), porque yo no me voy a trabajar hasta las nueve, pero como el txurumbel mayor se tiene que levantar para ir al insti, pues me da penita que se levante y desayune él solo. Para que luego me digan que soy una bruja.
     Pero esto de los horarios, me voy a tener que enterar yo a quien hay que reclamárselo, porque no me parece normal que tengan que pegarse el madrugón, para que luego les soplen dos recreos y estén saliendo del instituto a las dos. Pues que se dejen de leches y les quiten un recreo, y metidos en faena no pasa nada por que salgan a las dos y media, que media hora arriba o abajo para comer les da igual, y por lo menos pueden dormir.
      Además estamos hablando de chavales que tienen doce años todavía (de los mayores que se preocupen sus madres), y que, según he podido leer por internet, aún deben dormir unas once horas por la noche. Y eso es algo casi imposible, porque le tendría que mandar a la cama a las siete y media de la tarde.
      Vale que lo de las once horas me parece demasiado ya a estas edades, pero sí es cierto que tendría que poder acostarse ya un poco más tarde que cuando iba al cole (porque es más mayor), pero le tengo que seguir mandando a la cama a las diez, porque si no, no duerme nada.
     En fin, a ver si empieza la sucesora el insti (le quedan dos años) y por lo menos se acompañan entre ellos y no me tengo que levantar yo. Aunque seguro que me despiertan porque empezarán a discutir como siempre. Oye, y que les da igual que sean las siete de la mañana o de la tarde, que se ponen a discutir a grito pelado, que cualquier día se me va a presentar en la puerta, todo el vecindario en pie de guerra. Vamos, pero yo lo tengo claro, los entrego al enemigo y que se busquen la vida.
     Y nada, mañana retomamos la rutina de trabajo y colegios, pero sin hockey, que no toca hasta el jueves, esta semana un día menos por el martes festivo. A ver si ahorro y me compro yo un portátil, para llevármelo al polideportivo y así escribo el blog mientras estoy viendo a los patinadores. Como mi hijo (no puedo con él, tiene cada cosa), el jueves pasado se llevó su portátil, en el que tiene almacenadas varias pelis y capítulos de sus series favoritas, para verlas en el polideportivo mientras su hermana entrenaba. Como su primo entrena los jueves a la misma hora en las pistas de atletismo, decidió acercarse hasta allí para verle entrenar y pasar un rato con su otro primo y su tío. Las pistas de atletismo están muy cerca del pabellón donde hacen el hockey, pero como iba con el portátil, al cabo de un rato llamé a su tío para ver si estaba allí con él o le habían atracado por el camino para quitarle el ordenador. Me contestó que, efectivamente, allí estaba ya y que acaba de sacar el portátil y (ojo al dato) el ratón con su alfombrilla, la cual se había colocado sobre una pierna para manejar el ratón con comodidad, y en ese momento estaba interrogando a su primo de dos años (que casi no habla, más bien repite como el eco lo que le dicen) que si tenía alguna preferencia sobre qué peli o serie poner. Vamos, todo un espectáculo.
    Lo peor es que conociendo a mi hijo, esto pronto no va a ser suficiente para él. Y como éste es de los de  ande yo caliente y ríase la gente (que está muy bien, menos para los que lo sufrimos alrededor), me veo a no mucho tardar, llevando en una trollie el modelito de silla-mesa que aparece en la imagen superior, y puedo asegurar, que encontrará la forma de engancharse un flexo para la luz, si lo considera necesario. Pues menudo es.

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