domingo, 17 de octubre de 2010

La guerrilla en casa

    Mis hijos están durmiendo, con lo cual creo que tengo un ratito para  estar aquí escribiendo sin que me den la lata con sus demandas (no judiciales..., de momento) y sus peleas. Pero ¿por qué se pelean tanto? Que pesaditos son. Yo también me peleaba con mis hermanos, pero no recuerdo que fuera tanto, ni tan a menudo, ni por todo. Es que estos míos salen discutiendo todos los días, por lo menos dos o tres veces, y eso los días de diario que apenas se ven, porque los fines de semana mi casa parece la franja de Gaza.
     Mierda, me parece que he oído levantarse a mi hija, poco ha durado la paz. Ahora se tirará un rato en el sofá, hasta que se acuerde de que hoy tenían partido los mayores del equipo (su entrenador entre ellos) y que habíamos hablado de la posibilidad de ir, que va a ser que no, porque el partido ya ha empezado.  Y entonces, cuando le diga que no vamos, empezará con la sesión de plañidera, acerca de lo injustísima que es la vida con ella, porque encima que está siempre castigada (por mi propio disfrute, según su parecer) y le he quitado la DS, el portátil, la tele y todo, ni siquiera le voy a llevar a ver el partido, que en realidad le importa un pito y estaría aburrida a los diez minutos, para lo único que quiere ir, es para decirle a su entrenador que estuvo viéndole. Luego saldrá con que yo se lo había prometido, algo totalmente falso, porque desde que mis hijos tienen uso de razón para recriminarme los cambios de opinión, me he acogido al "ya veremos", para todo lo que me piden, con lo cual nunca me obligo a nada. Pero mi hija da la fórmula ya mencionada por asentimiento seguro, y me la lía de todas formas, aunque dado su comportamiento habitual, sobre todo últimamente, le tapo rápido la boca soltándole  el consabido discurso sobre los derechos y las obligaciones, que consigue que al cabo de un minuto ponga los ojos en blanco y se largue con viento fresco.
    Y es que hemos vuelto a la tónica de todos los principios de curso. Curso nuevo, profesora nueva, niña rebotada. Todos los años lo mismo. Porque a mi santa hija, además de no gustarle el colegio, lleva fatal los cambios. Y para su desgracia (y la de todos los que estamos a su alrededor), ha tenido la mala suerte de no mantener dos años el mismo profesor desde que empezó el colegio. Resulta que se pasa medio curso o más adaptándose al carácter y forma de trabajar del profe de turno, y cuando ya se está haciendo, se le acaba el curso y vuelta a empezar. Y mira que la profe de este curso puedo dar fe de que es muy maja (la tuvo el mayor el año pasado), pero ni con esas. Además como este año está todo el mundo un poco más pendiente de su hermano por ser el primer año de instituto, pues está que trina, porque encima el otro está sacando buenas notas (algo bastante novedoso en él) y ella en vez de picarse para igualarle o superarle, a lo que se está dedicando es a hacerle putaditas varias, con el consiguiente resultado de gritos y peleas.
    A ver, que no se vaya nadie a creer que mi hijo es ningún santito, que él también tiene tela marinera, no le vaya a caer a la otra pobre toda la cruz. Lo que pasa es que ella es más descarada o más inocente (según se mire) y se la ve venir, y como estamos acostumbrados a que la líe, porque es así desde que era un comino, pues andamos siempre con los ojos y los oídos alerta  con ella. Sin embargo él, es de los que las mata callando. Tiene un comportamiento y una imagen que se ha autocreado (y a la que todos hemos contribuido) a lo Flipy el del Hormiguero, que como hace gracia el rollito del patoso despistado, pues se le pasan un montón de cosas con la vaga excusa de "no me he dado cuenta" o "se me ha olvidado".
    Como no arma escándalos ni te dice directamente que no, pues le dejas hacer y al pasar el tiempo es cuando ves que no ha hecho lo que se le había dicho y está cómodamente tirado en el sofá o en la cama y se te queda la cara de tonta al darte cuenta de que te ha chuleado con todo el morro, y está tan fresco. Cuando por fin sales del ictus cerebral y te vas a por él, dispuesta a sacar la palanqueta para desincrustarle de la superficie horizontal en la que esté tumbado, te mira con cara de asombro y te dice "vale, vale, tranquila", como queriéndote decir que si corría prisa lo que le habías mandado, pues te hubieras explicado mejor. Con cual te vuelves a quedar con cara de idiota, preguntándote a ti misma, si quizás no te hubieras explicado con la claridad suficiente. Que no, que la explicación y la orden han sido clarísimas, pero es que el tío tiene la cara de cemento armado, y nos la mete doblada siempre.
    Y mi pobre hija, a la que se ve venir a la legua, se acaba llevando las broncas por todo, muchas veces por cosas que hace instigada por su hermano, que en algo se le tienen que notar los dos años de más que tiene y cuando quiera la maneja a su antojo. Y esta tonta, que le va mucho la marcha y desde pequeña me tiene organizada una kale borroka casera, para intentar ganar posiciones y hacerse con el poder de la familia, pues pica en todo lo que su hermano le propone y al final las penas de prisión son sólo para ella, porque aunque ella jura que ha sido él quien la incita a cometer los delitos, es su palabra contra la de su hermano, y él tiene mejor abogado (que es él mismo, y tiene más labia). 
    Bueno, me voy a ir yendo, que ya se ha levantado el que faltaba, y han empezado a discutir. Ni cinco minutos, es una cosa incríble. Y me queda todo el día,  ¡¡¡socorro!!!. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario