viernes, 29 de octubre de 2010

Estamos de jalogüines

      Pues ya es viernes otra vez y tenemos un finde larguito, que no puente, porque aunque a cualquier fin de semana al añadamos un día antes o después, le llamemos puente, éste sólo ocurre cuando hay un día laborable en medio y nos lo pillamos libre.
     Además este lunes es el cumple de mi padre (felicidades pater, aunque no vayas a leer esto), con lo cual tenemos invitación a comer fuera, lo que dada la economía familiar y por lo tanto, nuestra gran vida social, pues irnos a comer al chino es todo un acontecimiento. Y cuidadín, que es de categoría, que nos vamos a un buffet de esos orientales en los que puedes coger lo quieras. Yo no he ido nunca, con lo cual supongo, que me tiraré dos horas para elegir, y al final acabaré cogiendo lo mismo de siempre.
     Pero este fin de semana tiene un aliciente especial, es la noche de Halloween, que aunque no es una fiesta tradicional nuestra, cada vez está más introducida en nuestra sociedad gracias o por culpa, según se mire, de la televisión.
     Mis hijos se empeñan en convencerme de que debería llenar mi casa de telarañas y calabazas de sonrisa inquietante, pero  yo sigo erre que erre con que, si quisiera ver monstruos chupasangre, me pondría el Sálvame que el efecto es el mismo y cuando te cansas puedes apagar la tele.
     Me han dicho que se quieren disfrazar, a lo cual yo no me opongo en absoluto. A lo que me niego rotundamente es a recorrerme las casas del vecindario diciendo esa estupidez de "truco o trato", que no sé de donde porras sale, para que me den cuatro caramelos. Que además no nos los van a dar,  porque a no ser que nos vayamos a la zona donde viven los giris, los españoles lo más que nos van a dar es una invitación para un viaje gratis a la mierda.
     Y no es que me dé el rollo patriótico, pero ni punto de comparación tiene la horterada esta con nuestras excursiones navideñas pidiendo el aguinaldo, en las que para conseguir los dulces al menos cantábamos, y nos daban los caramelos para que nos callásemos y dejáramos de torturar al personal. En mi barrio teníamos montado un plan de ahorro energético (vamos, para no subir escaleras), que consistía en tocar a todos los timbres y decirles a los vecinos que contestaran al portero automático, que se asomasen a la terraza. Y cuando teníamos ya los palcos llenos, nos poníamos a cantar. Eso nos ahorraba trabajo de piernas, pero luego nos dejábamos los ojos para intentar encontrar los duros por el césped, a oscuras. 
    Pero bueno, para los aficionados al Halloween y fans incondicionales de Iker Jiménez, aquí os dejo un monólogo sobre estos temas esotéricos, que cuando no te pillan en medio del meollo, son bastante divertidos. ¿Quién no ha salido corriendo al oír un ruido mientras hacía una ouija?





No hay comentarios:

Publicar un comentario