martes, 26 de octubre de 2010

Aquellos años mozos

    La adolescencia....aaayyy, que tiempos aquellos. Cuando una era joven y tenía toda la vida por delante y casi nada por de detrás de lo que arrepentirse. Cuando todavía soñabamos con todo lo que íbamos a poder hacer cuando fuésemos mayores y fuéramos, sin lugar a dudas, personas de éxito tanto laboral como personal.
    Pero al pasar del tiempo y habiendo pasado ya muchos años de esa época adolescente, en la que creíamos saberlo todo. Muchos nos damos cuenta de que aquello con lo que soñábamos ha quedado en eso, en sueños. Y que no somos ni actrices, ni periodistas, ni escritores (cosas con las que yo soñaba), ni astronautas, ni abogados, ni médicos. Solamente somos y eso porque no podemos dejar de ser.
    Yo recuerdo con añoranza mis dieciseis o diecisiete años, que fueron años en los que realmente me lo pasé muy bien. Además yo no era de las que quería crecer y hacerme mayor, ya entonces decía que me plantaba a los dieciocho, por lo de la mayoría de edad, y no tenía ningún interés en crecer más. ¿Para qué?. Iba al instituto, tenía comida la mesa, una cama donde dormir, dinero para mis gastos (aunque no me sobrara, porque tampoco sobraba en casa) y a mi panda de amigos del  alma, de los que entonces creía que nunca me iba a separar (que lástima).
     Ahora trabajo (cuando puedo), tengo una casa (que estoy pagando, también cuando puedo), yo compro la comida, pago las facturas, me tengo que encargar de educar a mis hijos (esto también cuando y como puedo), no tengo dinero para mis gastos, a mis amigas las veo, o más bien las vislumbro, en la puerta del cole a toda leche. Y a mis amigos inseparables de entonces no los veo (y gracias a san Facebook, por lo menos se algo de algunos), excepto a mi, ahora jefe, que era de mi pandi de entonces. Vamos, que la vida es un chollazo.
     Sin embargo, viendo a mis hijos, sobre todo a mi hijo, que está entrando ahora en esa fase adolescente. En la que todo son dudas y confusión sobre como comportarse con los demás y con uno mismo. Que te cambia el cuerpo y, sobre todo a los chicos, la voz. Con esa frente que está empezando a parecer un campo de minas a punto de estallar (entra en escena Don Acné Juvenil). Pues francamente, y mirándolo todo fríamente, la verdad es que no le envidio en nada los tres o cuatro añitos que le esperan, hasta que se configure como una persona semi adulta. Porque tiene bastantes más inconvenientes que ventajas, sobre todo teniendo una madre (o sea yo), que me la va a traer al pairo que los cambios de carácter sean cosas de la edad, porque yo bastante tengo con lo mío, y a mí nadie me disculpa los síndromes premenstruales. He dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario