domingo, 24 de octubre de 2010

La Guerra de los golfos

      Decidí, cuando empecé a trabajar, dejarles unos días de margen a mis hijos, para ver como se tomaban la nueva situación. Dado que ahora paso bastantes horas del día trabajando, tenía la esperanza de que se dieran cuenta de que ya no puedo estar todo el tiempo persiguiéndoles para que hagan sus deberes, tanto escolares como caseros. Naturalmente, nada más lejos de la realidad. No sólo no me ayudan en nada, sino que además se dedican a convertir la casa en una escombrera. Por no hablar de que voy a tener que pedirles a los respectivos profesores, que les tatúen los deberes, para estar segura de que hacen las tareas que tienen, y no me cuelan lo que les da la gana.
     Y es por ello, por lo que me veo en la obligación de declarar mi casa zona de guerra ya que, a partir de ahora, esto va a ser una lucha por el poder de tal calibre, que la batalla del Abismo de Helm, va a parecer la tomatina de Buñol, comparada con la que se va a formar en mi casa.
     No valdrá atrincherarse en las habitaciones para salvarse de las broncas. Ya no se podrá cerrar la puerta, cual bunker antinuclear. Ya no habrá víveres en los refugios, sólo el rancho habitual en la cocina del cuartel. Se acabó animar a las tropas,  con diferentes aparatos eléctricos que provocan la obnubilación de los reclutas.
     Con esto, sólo quiero decir a mi familia y a mis amigos, que me alegro de haberles conocido (a casi todos) y aunque no sobreviva a esto, no lloréis por mí. Pues ante la revolución infantil en la que me hallo sumergida, sólo con voluntad puedo detener a la insumisión haciendo mías las palabras que fueron dichas en otro tiempo y otro mundo: 

¡No puedes pasar! Soy Siervo del Fuego Secreto, Administrador de la Llama de Anor. ¡Tu fuego oscuro es en vano, llama de Udûn! ¡¡Regresa a la sombra!!
¡¡¡ NO PUEDES PASAR !!!

1 comentario:

  1. ¡Ondia! ¡qué susto! ¿Has probado el Orfidal? Dicen que hace milagros.

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