lunes, 13 de septiembre de 2010

Con ella llegó el desastre

    Hoy he leído una noticia (otra más de muchas), en la que informaban acerca de un bar que va a tener que pagar una multa a la SGAE, por la música que emite a través de la televisión.
    Para responder a una curiosidad personal, pregunto, a quien pueda responderme, ¿que miembro de la familia Vivaldi, Cervantes o Goya (por poner algunos ejemplos), forma parte de esta sociedad y recibe los beneficios de los derechos que cobra la misma, por la exposición de sus respectivas obras. Y no puedo evitar recordar con añoranza, aquellos tiempos en los que uno podía ir por la calle escuchando música, sin tener que mirar por encima del hombro, temiendo encontrar a algún inspector de la susodicha sociedad.
   Antes, una entraba en la peluquería, y mientras escuchaba a las peluqueras y clientas, despellejar a la Pantoja, la Obregón, la Esteban o cualquiera que estuviera en boga en ese momento, podía además disfrutar de la musiquilla de fondo que intentaba hacerse oír entre los secadores y la charla.
   Antaño, cuando se entraba en cualquier centro comercial. Entre el alboroto de conversaciones, niños jugando, atracciones infantiles de esas de meter el euro, etc. Sonaba incesantemente, el hilo musical.
   En otros tiempos, al entrar en una cafetería o restaurante, entre el trasiego que llegaba desde la cocina, el ruido de la cafetera o el calentador de leche, la gente decidiendo que tomar o comer, y la tele encendida. A todo este bullicio, se unía además, la música.
   ¿Y ahora? Pues ahora también. Pero no se puede evitar cierto regustillo amargo al saber  que, para ofrecerte todas estas expresiones musicales, que antes oías sin oír; para que puedas disfrutar de ese soniquete, a veces (por qué no decirlo) molesto; para que tengas que elevar la voz por encima de la música, para hacerte oír por alguien a quien tienes a un metro. Ahora, hay que pagar.
   Y vivo con miedo. Miedo de que nuestra sociedad se vea afectada por esta nueva y terrible realidad. En la que, cuando nuestros hijos, en las fechas correspondientes, quieran cantar "Cumpleaños Feliz", o cualquiera de los villancicos populares. Tengamos que decirles: "cantad, cantad.....pero bajito, que no os oiga el señor de la SGAE". 
  

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