domingo, 28 de noviembre de 2010

El primer partido

    Ahora que he vuelto a la vida. Por lo menos a esta vida de literata de andar por casa, porque en la otra (o sea mi vida normal), llevo un par de semanas en un vivo sin vivir en mí, que me paso la mitad del día idiotizada y la otra mitad agilipollada, o sea, una auténtica ganga de persona y ser humano.
   Pero quiero creer que este alarde de inspiración de la que estoy haciendo gala hoy, puede querer decir que vuelvo por mis fueros y empiezo a espabilar aunque sea un poquito.

   La verdad es que no tengo grandes cosas que contar, excepto el hecho de que mi hija la skater, por fin ha jugado su  primer partido. Y hemos conseguido sobrevivir todos al evento, algo sobre lo que no tenía yo una gran confianza, teniendo en cuenta la reacción de la señorita cada vez que se mencionaba el tema.
   Y es que lleva desde el martes, día en que le dijeron que igual (ni siquiera era seguro), podía jugar en el partido amistoso que se iba a celebrar hoy en el pabellón en el que entrenan habitualmente; que saltaba como si estuviera caminando descalza por una alfombra de piel de erizo. Porque aunque mi bruja, en casa sea un auténtico demonio, luego en la calle no es nadie y para todo se muere de vergüenza. Y en este caso, mucho me temía yo que, en el momento decisivo, le entrara el miedo escénico y me montara una escena al más puro estilo, La Dolorosa. Con náuseas, dolores de barriga y llantos lastimeros de ay, que malita estoy, así no puedo jugar.
    Finalmente hoy hemos ido al polideportivo, dónde teníamos que estar desde una hora antes de la hora del partido y no he hecho ver que notaba su gesto de tensión total y las lágrimas a punto de saltar de sus ojos, ante lo que se le venía encima. En cuanto he podido, me he desentendido de ella y la he dejado campar por allí con varios de sus compañeros, a ver si se le pasaba un poco el susto. Luego uno de sus entrenadores los ha enganchado a todos y se los ha llevado a calentar fuera del pabellón.
   Mientras tanto, ha comenzado el partido del equipo de la categoría superior a la de ellos que jugaban también y nos ha dado la posibilidad a los padres primerizos en estas lides, de ver un partido y poder averiguar como iba un poco el tema, porque la mayoría estamos totalmente pez y no sabemos si tenemos que medir los minutos en tiempos, cuartos o set.
    Bueno, la cuestión es que estos, más mayorcitos y experimentados que los nuestros, son una especie de máquinas de patinar a toda velocidad y meter goles, como quien come lacasitos, que se han dedicado a machacar a los del otro equipo hasta la humillación más absoluta. Les han metido un veinticinco a cero y ha conseguido que acabaran dándome pena los contrarios.
   Cuando ha acabado este partido, ya estábamos todos mucho más animados y con las pilas puestas para animar a los peques, aunque no teníamos demasiadas esperanzas de que el resultado fuera siquiera a aproximarse al del partido anterior.
     La verdad es que para ser el primer partido que han jugado, no lo han hecho nada mal y han conseguido mantener el tipo bastante bien. El entrenador ha separado a todos los convocados en tres grupitos y los ha ido alternado durante todo el partido para que todos tuvieran minutos de juego. Uno de los grupos estaba formado completamente por chavales con más experiencia que incluso habían jugado en el equipo de los mayores. Y ellos son los que se han encargado de marcar los goles, para que luego pudieran salir los otros con un marcador favorable y mucha menos presión. Han ganado cinco a dos y mi patinadora, que juega de defensa ha estado bastante más espabilada de lo que está habitualmente en los entrenamientos y ha despejado varias veces el puk lejos de su portería.
    Al final todos han salido muy contentos y mucho más relajados, al darse cuenta de que no les va la vida ni el honor en un partido y mucho menos ahora, que todos nos conformamos con que no se queden pasmados en medio del campo, con cara de tontos.


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