lunes, 20 de septiembre de 2010

El padre que me engendró, y señora

   Mi señor padre, Señor Don, como diría él, es el siguiente afortunado, del que voy a hablar. Pero, como mi padre y su señora esposa, van a todos lados que parece que les han unido con cola de contacto, pues he decidido que aquí tampoco voy a separarles, y voy a hacer con ellos un pack. Aunque el hecho de que haga un post conjunto, y evidentemente, más resumidito, no quiere decir que que no haya más que contar, ni que no vaya a hacerlo. Pero como con todos los demás miembros de la familia, aunque alguno se haya hecho la ilusión de que ya no voy a poner nada más de ellos. Aviso a navegantes, que habrá segundas partes, terceras y las que sean necesarias.
   Cuando éramos críos, mi padre no andaba muy fino de salud, pero recuerdo, en las noches de verano, cuando queríamos bajar después de cenar, a jugar al parque. Mi padre, se bajaba con nosotros, a veces él sólo, y otras veces con otros padres, para que pudiéramos estar en la calle hasta tarde.  Siempre he tenido muy buen recuerdo de esas noches. A veces, ni siquiera subíamos a cenar, y mi madre nos hacía un bocata de salchichas con tomate (ñam, ñam), para que nos lo comiéramos en la calle.
   Después de que mis padres se separaran (yo ya tenía 18 años), nos quedamos todos con mi madre. Pero, después de un tiempo, mi madre se mudó a otra casa, que le pillaba más cerca del trabajo. Y yo,  me fui con mi padre, que me pillaba más cerca del novio. Y con él viví, hasta que tuve a mi hijo y me casé (sí, en este orden).
   Un par de años después, se trasladó a vivir a otra provincia y, casualidades de la vida, al año siguiente me vine yo también con mi entonces marido, y mis txurumbeles, a montarnos un bussiness en compañía de mis cuñados. Entonces, mis bichos eran pequeños, tres años y pico el mayor, y año y medio la enana. Y mi padre se los llevaba a pasear,  a la playa, y a dar de comer a los patos. Y cuando mi mayor empezó el cole, se iba con mi bruja a hacer la compra. Que con lo pequeñaja que era, se venía medio camino empujando el carrito lleno, y que no se lo intentara quitar. Eso sí, si no andaba listo se quedaba sin carro, porque cuando la niña se aburría de empujar, soltaba el carro y seguía andando sin avisar.
   Al cabo de un tiempo, se vino a vivir con él, la que ahora es su pareja, y llevan juntos desde entonces. Y eso es un mérito enorme que tiene ella, porque mi padre tiene un genio a veces, y me está sacando unas maneras, a lo Pakito, con los años, que hay que ser casi una santa para no tirarle un cenicero a la cabeza.
   Por suerte, ella es una persona muy tranquila (y ha dejado de fumar, por lo que no tiene ceniceros a mano), que por desgracia, no le ha ido demasiado bien en la vida, y ahora, le basta con la tranquilidad y el cariño (porque cariñoso, sí es), que le da mi padre. Quiere mucho a mis niños, y ellos también a ella, aunque sea en ese estilo que tienen mis hijos, de pasar de todo el mundo.
   Me ayudan mucho con los niños, y en otras muchas cosas, y la verdad es que me alegro de tenerlos cerca. Además estoy pensando aceptar una oferta que me hizo mi padre (que pardillo, jajaja), de que si mis hijos me daban mucha guerra, dejárselos una temporada.

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